La Kantina 74 – La crítica de Borgmann a la hiperrealidad social
Hola.
Como cada semana, este es el newsletter de Mindshop con los documentos de La Kantina. En esta ocasión el #74 sobre una crítica a la “hiperrealidad social“ por parte de Borgmann, filósofo americano.
1. Introducción
En el siglo XXI, las nuevas tecnologías de los medios de comunicación para las redes sociales, como Facebook, Twitter, WhatsApp y YouTube, empezaron a transformar las prácticas sociales, políticas e informativas de individuos e instituciones de todo el mundo, invitando a respuestas filosóficas de la comunidad de eticistas aplicados y filósofos de la tecnología. Aunque las respuestas académicas a las redes sociales siguen siendo un reto por la rápida evolución de estas tecnologías, la necesidad urgente de prestar atención al fenómeno de las redes sociales se ve subrayada por el hecho de que ha modificado profundamente la forma en que muchos seres humanos inician y/o mantienen prácticamente todo tipo de vínculo o papel social éticamente significativo: de amigo a amigo, de padre a hijo, de compañero de trabajo a compañero de trabajo, de empleador a empleado, de profesor a alumno, de vecino a vecino, de vendedor a comprador, de médico a paciente y de votante a votante, por ofrecer sólo una lista parcial. Las implicaciones éticas de estas tecnologías tampoco son estrictamente interpersonales, ya que se ha hecho evidente que los servicios de redes sociales (en adelante, SNS) y otros nuevos medios digitales tienen profundas implicaciones para la democracia, las instituciones públicas y el Estado de Derecho. La compleja red de interacciones entre los desarrolladores y los usuarios de las SNS, y sus comunidades en línea y fuera de ella, las empresas y los gobiernos -junto con los motivos e intereses diversos y a veces conflictivos de estas distintas partes interesadas- seguirá exigiendo un análisis ético riguroso durante las próximas décadas.
2. La crítica de Borgmann a la hiperrealidad social
La primera crítica de Borgmann (1984) a la tecnología moderna abordaba lo que denominaba el paradigma del dispositivo, una tendencia impulsada por la tecnología para conformar nuestras interacciones con el mundo a un modelo de consumo fácil. Sin embargo, en 1992, en “Crossing the Postmodern Divide”, Borgmann se centró más en el impacto ético y social de las tecnologías de la información, empleando el concepto de hiperrealidad para criticar (entre otros aspectos de la tecnología de la información) el modo en que las redes sociales en línea pueden subvertir o desplazar las realidades sociales orgánicas al permitir que las personas "se ofrezcan unas a otras versiones estilizadas de sí mismas para el entretenimiento amoroso o de convivencia" (1992, 92) en lugar de permitir la plenitud y la complejidad de sus identidades reales. Aunque Borgmann admite que, en sí misma, una hiperrealidad social parece "moralmente inerte" (1992, 94), insiste en que el peligro ético de las hiperrealidades reside en su tendencia a dejarnos "resentidos y derrotados" cuando nos vemos obligados a volver de su "glamour insustancial e inconexo" a la realidad orgánica que "con toda su pobreza afirma ineludiblemente sus pretensiones sobre nosotros" al proporcionar "las tareas y bendiciones que suscitan paciencia y vigor en las personas". (1992, 96)
Sin embargo, puede haber una ambigüedad inherente en el análisis de Borgmann. Por un lado, nos dice que es la competencia con nuestra presencia social orgánica y encarnada lo que hace que los entornos sociales en línea diseñados para la comodidad, el placer y la facilidad sean éticamente problemáticos, ya que estos últimos se juzgarán inevitablemente más satisfactorios que el entorno social "real". Pero continúa afirmando que los entornos sociales en línea son en sí mismos éticamente deficientes:
"Los que se hacen presentes a través de un vínculo de comunicación tienen una presencia disminuida, ya que siempre podemos hacerlos desaparecer si su presencia se vuelve molesta. Además, podemos protegernos totalmente de las personas no deseadas utilizando dispositivos de filtrado.... La extensa red de hiperinteligencia también nos desconecta de las personas que conoceríamos incidentalmente en conciertos, obras de teatro y reuniones políticas. Tal como están las cosas, estamos siempre y ya vinculados a la música y el entretenimiento que deseamos y a las fuentes de información política. Este apego inmóvil a la red de comunicación produce una doble privación en nuestras vidas. Nos aparta del placer de ver a la gente en la ronda y de la instrucción de ser vistos y juzgados por ellos. Nos priva de la resonancia social que vigoriza nuestra concentración y perspicacia cuando escuchamos música o vemos una obra de teatro.... De nuevo parece que, teniendo nuestros ojos y oídos hiperinteligentes en todas partes, podemos alcanzar una ciudadanía mundial de alcance y sutileza inigualables. Pero el mundo que se extiende hiperinteligentemente ante nosotros ha perdido su fuerza y resistencia." (1992, 105-6)
Los críticos de Borgmann consideraron que adoptaba el modelo sustantivista y monolítico de Heidegger (1954 [1977]) de la tecnología como una fuerza singular y determinista en los asuntos humanos (Feenberg 1999; Verbeek 2005). Este modelo, conocido como determinismo tecnológico, representa a la tecnología como un motor independiente del cambio social y cultural, que da forma a las instituciones, las prácticas y los valores humanos de una manera que escapa en gran medida a nuestro control. Sea o no ésta la opinión de Borgmann (o de Heidegger), sus críticos la vieron en observaciones del tipo siguiente "[La hiperrealidad social] ya ha empezado a transformar el tejido social... A la larga conducirá a un tipo de vida desconectada, incorpórea y desorientada... Obviamente está creciendo y espesándose, sofocando la realidad y haciendo que la humanidad sea menos consciente e inteligente". (Borgmann 1992, 108-9)
Los críticos afirmaron que el análisis de Borgmann adolecía de su falta de atención a las diferencias sustantivas entre las tecnologías de redes sociales concretas y sus variados contextos de uso, así como a las diferentes motivaciones y patrones de actividad mostrados por los usuarios individuales en esos contextos. Por ejemplo, Borgmann pasó por alto el hecho de que la realidad física no siempre permite o facilita la conexión, ni lo hace por igual para todas las personas. Por ejemplo, quienes viven en zonas rurales remotas, las personas neuro-divergentes, los discapacitados y los miembros de grupos socialmente marginados no suelen estar bien atendidos por las posibilidades de los espacios sociales físicos. En consecuencia, Andrew Feenberg (1999) afirma que Borgmann pasó por alto el modo en que las redes sociales en línea pueden ofrecer lugares de resistencia democrática a quienes están física o políticamente desprovistos de poder en muchas redes del "mundo real".
3. Preguntas sugeridas
¿Qué es la hiperrealidad? ¿El argumento de Borgmann es coherente?
¿Cuál es la diferencia de argumentar en persona y argumentar en las redes?
¿Cuál es el rol del filósofo en un mundo hiperreal?
¿Cómo difiere la hiperrealidad entre Instagram, Youtube, Twitter y TikTok?
¿Cómo cambiara este efecto cuando sea común el uso de aparatos de realidad virtual?
¿Cuál es el rol de la enseñanza filosófica ante este tipo de problemas?
Gracias por leer. Que disfrutes La Kantina.