La Filosofía se come la Inteligencia Artificial

Pero, ¿cómo?

Hace unos días me compartieron y leí un artículo de MIT por Michael Schrage y David Kiron (el artículo lleva el mismo nombre que esta publicación), que me puso a pensar mucho sobre mis estudios recientes sobre el impacto de la IA y mi trabajo como maestro de “filosofía para los principiantes en la filosofía”.

En el 2011, el programador-convertido-en-inversionista Marc Andreessen declaró alarmantemente en el Wall Street Journal que “el software se está comiendo el mundo”.

Su manifiesto describía una tecnología que estaba transformando vorazmente cada industria global. No se equivocó: el software sigue siendo un atascado.

Menos de seis años después, el cofundador y CEO, (ahora billonario) de Nvidia, Jensen Huang, amablemente actualizó la frase de Andreessen afirmando: “Sí, el software se está comiendo el mundo… pero la IA se está comiendo al software”.

Con la creciente transición de la codificación humana al aprendizaje automático, Huang también declaró: “El deep learning es un imperativo estratégico para todas las grandes empresas tecnológicas”. Nvidia, con su capitalización de mercado de billones de dólares, ha confirmado la predicción de Huang.

Pero, vamos a pensar bien las cosas. Si el software se come el mundo y la IA se come al software, ¿qué es lo que amenaza con hacer lo mismo con la IA? La respuesta está a la vista, desafiando a líderes empresariales y tecnológicos a repensar su inversión y relación con la inteligencia artificial. En otras palabras, ¿qué pone en riesgo la apuesta en la IA?

No se puede escapar de este “viejo pero nuevo” agente disruptivo: la Filosofía. Esta infiltra en los conjuntos de datos de entrenamiento y en las redes neuronales de cada gran modelo de lenguaje (LLM).

La filosofía se está comiendo a la IA. Como disciplina, conjunto de datos y mentalidad, la filosofía está determinando cada vez más cómo las tecnologías digitales…